Papeles que se transforman en flores, botellas que se vuelven Papá Noel y tejidos que abrigan recuerdos. En San Miguel de Tucumán, la moda de las artesanías navideñas crece de la mano de talleres que recuperan saberes, promueven el reciclaje y convierten la previa de las fiestas en un espacio de encuentro, memoria y creatividad compartida.
Es que a medida que se acerca la Navidad, no solo se multiplican las luces y los adornos en las vidrieras sino que también crece el interés por volver a lo hecho a mano. Lejos de los objetos industrializados, cada vez más personas eligen crear sus propias decoraciones navideñas, resignificando materiales simples y apostando a procesos creativos que combinan paciencia, dedicación y sentido comunitario.
Por ejemplo, bajo los inmensos árboles del parque 9 de Julio, más precisamente en la casa de la cultura municipal capitalina, vecinas y vecinos participaron de talleres donde el papel, el hilo y los objetos descartables se convirtieron en protagonistas.
La experiencia va más allá del resultado final porque también se enfoca en el tiempo compartido, la charla, el recuerdo que se activa mientras las manos trabajan. La Navidad aparece así no solo como una fecha de consumo, sino como un ritual que se construye desde lo simbólico.
Una de las propuestas más llamativas fue la creación de Papá Noel a partir de botellas plásticas recicladas. La idea surgió de observar la forma de los objetos cotidianos y descubrir en ellos nuevas posibilidades. “La morfología o el volumen de la botella se trabaja en analogía con el cuerpo del Papá Noel”, explicó Mabel González, tallerista y empleada de Gestión Cultural.
El proceso es sencillo y accesible, según indicó la artista. Se utiliza una botella lisa de gaseosa o soda como cuerpo, y un pote pequeño de queso o dulce como base, que simula las piernas. En su interior se coloca una piedra para dar peso y estabilidad. Luego se lija el plástico para facilitar el agarre de la pintura acrílica y se avanza con los detalles: rostro, manos, cinturón, anteojos y gorro.
“El material no es complejo; todo depende de la motricidad y la paciencia para pintar, recortar y pegar”, señaló González.
Cada pieza es única. Aunque la técnica se enseña paso a paso, la creatividad queda librada a cada participante. “La guía está, pero el toque personal es lo que realza cada trabajo”, sostuvo.
En ese gesto aparece también una fuerte carga simbólica en el que un objeto plástico, asociado al consumo y al descarte, se resignifica en un personaje navideño que también forma parte del imaginario cultural. “Ese significado se potencia según el conocimiento, el hábito y la creencia de quien se apropia del personaje”, reflexionó la tallerista.
Punto por punto
El tejido fue otro de los lenguajes que marcó esta tendencia navideña. Para Claudia Costello, el crochet ocupa un lugar especial en estas fechas. “En Navidad, el tejido se convierte en un símbolo de amor y dedicación. Está muy ligado a la memoria afectiva: muchos recuerdan a sus abuelas o madres tejiendo cuando eran chicos”, afirmó.
En los talleres se trabajó con distintos tipos de hilados que van desde lanas y algodón hasta materiales reciclados, elaborados a partir de botellas, bolsas plásticas o ropa en desuso. “Los tejidos buscan recuperar técnicas ancestrales, pero adaptadas a los nuevos tiempos”, explicó Costello. Estrellas, arbolitos y campanas fueron algunos de los motivos más elegidos, símbolos de magia, esperanza, alegría y unión.
Fiestas de fin de año con detalles hechos a mano“El momento de enseñar es increíblemente gratificante”, agregó. Compartir el saber, transmitir una técnica y ver cómo otro la hace propia refuerza el sentido comunitario del tejido, especialmente en una época asociada al encuentro.
El papel también se convirtió en un aliado creativo. Ana Gabriela Ledesma coordinó un taller de adornos florales navideños donde se trabajó con papel crepé y servilletas. Las alumnas aprendieron técnicas como pincel seco para decorar flores y frutos, forrado de alambre para tallos y papel maché para crear bayas.
“Trabajar con papel nos transporta a recuerdos tranquilos y alegres de la infancia”, explicó Ledesma. Además, destacó que, con un cuidado adecuado, los adornos pueden conservarse durante años.
El proceso también tiene un fuerte componente educativo, para la artesana: “Los alumnos desarrollan conciencia ambiental al comprender que reducir residuos y reutilizar materiales ayuda a proteger el medioambiente”, remarca.
Expandir iniciativa
A lo largo del mundo, las artesanías navideñas ocupan un lugar similar ya que funcionan como transmisoras de identidad y memoria. En países de Europa del Este, por ejemplo, los adornos tejidos y bordados a mano forman parte de rituales familiares que se repiten de generación en generación. En México y Centroamérica, el papel picado y las figuras de cartón pintado a mano siguen siendo protagonistas de las celebraciones, mientras que en los países nórdicos el uso de fibras naturales y figuras simples remite a una estética ligada a la naturaleza y al invierno.
Más allá de las diferencias culturales, estas prácticas comparten el sentido de crear con materiales cercanos, valorar el proceso y fortalecer los vínculos comunitarios. En ese entramado global de saberes y oficios, las experiencias que hoy se desarrollan en San Miguel de Tucumán dialogan con una tradición universal que encuentra en lo artesanal una forma de expresión vigente, incluso en tiempos de producción en serie.